Hemos comenzado el siglo XXI ante nuevas crisis culturales, políticas, económicas y sociales, muchas de ellas relacionadas e incluso con una clara relación de causa-efecto, con el desarrollo acelerado de las Tecnologías de la Información que arrancan a mediados del siglo pasado. La puesta en marcha de la informática y la microelectrónica en los años 50 ha dinamizado todo el panorama científco, tecnológico y estructural de nuestra sociedad, globalizándola y preñándola con las semillas de una nueva civilización, con nuevas convulsiones y nuevas esperanzas. No cabe ninguna duda de que la universidad ha jugado un papel fundamental en esta revolución científco- tecnológica. Aún hemos refexionado muy poco sobre la nueva dimensión, más inmaterial que nunca, del motor de este dinamismo tecnológico que mueve nuestra sociedad actual.
En la civilización industrial anterior, el mundo se modelaba como constituido por materia y por energía, y éstos eran los objetos sobre los que trabajaba la actividad científca y tecnológica. Materia y energía, sometidas en primer lugar a las leyes de la mecánica y la termodinámica clásicas y complementadas posteriormente con las leyes de la mecánica cuántica y de la teoría de la relatividad.
El feliz hallazgo reciente del Bosón de Higgs es un buen colofón (casi defnitivo) de un proceso científco- tecnológico muy brillante y de enorme infuencia cultural y social, pero que es elemento vertebral de nuestra civilización actual. Esta física clásica y la ingeniería derivada de ella no podían tener la fuerza innovadora y la dinámica que las ciencias y tecnologías de la información han proporcionado a las ingenierías y, a través de ellas, a toda la sociedad. En ellas, la información no es sólo el fruto del 9 estudio de los científcos sobre la materia y la energía de la naturaleza sino que también es parte constitutiva de la naturaleza y por tanto objeto de estudio y elemento fundamental de los artefactos a diseñar y construir por los científcos y por los ingenieros.
Con la fabricación del Eniac y el descubrimiento del transistor, a mediados del siglo pasado, se inició un proceso científco-tecnológico, potenciador de todas las disciplinas y ramas del saber, que se desarrolla a una gran velocidad, desconocida en las civilizaciones anteriores. La clave identifcativa de este desarrollo científco-tecnológico es la naturaleza esencialmente dinámica de la información, radicalmente distinta del tándem materia-energía de la civilización anterior.
La información tiene una naturaleza cualitativa; en ella no es esencial lo cuantitativo. Cuando hablamos de cantidad de información, nos referimos a lo cuantitativo del soporte material y energético de dichas informaciones pero nunca a algo esencial a las mismas. De hecho una misma información puede estar soportada por elementos materiales y energéticos con valores cuantitativos muy diferentes.
Una misma fotografía, por ejemplo, requería varios Megabytes para ser transmitida hace unos años por la red y hoy en día se puede transmitir con igual ó mejor calidad con sólo varios Kilobytes (los bytes implican un soporte material 10 y energético de dimensiones también cambiantes con el paso del tiempo).
Quizás más signifcativo sea el hecho de que el primer ordenador, el Eniac, era más de un billón de veces menos efciente que un ordenador portátil de ahora y sin embargo ocupaba un enorme edifcio y requería toda una central eléctrica para conseguir la energía necesaria para que empezase a funcionar,… Una prueba más del carácter cualitativo y no cuantitativo de la información es el fracaso que ha tenido el intento de establecer el ‘Meme’ como unidad cuantitativa de información transmitida.
Precisamente este carácter esencialmente cualitativo de la información es lo que la hace no estar sometida a las leyes de la mecánica y la termodinámica, clásicas o relativistas. Su independencia del carácter cuantitativo la hace no tener que cumplir el principio de conservación universal que rigen para la materia y para la energía por separado en la mecánica clásica, y conjuntamente para la física relativista. Einstein demostró que la materia se puede transformar en energía y viceversa.
Pero el conjunto materia-energía del universo permanece inalterado. Por el contrario, la información se puede crear y puede desaparecer; puede estar simultáneamente en muchos lugares; puede emanar de fuentes de información de manera ininterrumpida sin que merme la propia información de la fuente emisora, …Rasgos todos radicalmente distintos del comportamiento de la materia y la energía. Está claro que si en este acto de la lección inau- gural, os repartiese materia ó energía en cualquiera de sus formas, en la misma medida que os la diese, en esa misma medida yo las perdería (todo ello medible perfectamente: en kilogramos la materia ó kilovatios-hora la energía). Sin embargo, es posible que os aporte información que no teníais previamente a este acto sin que ese en- riquecimiento vuestro signifque empobrecimiento equi- valente en mi persona. Por mucha información que os suministre, para nada me voy embruteciendo. Todo lo contrario, estoy convencido de que en la medida que os enriquezcáis cultural e intelectualmente vosotros, también yo me estaré enriqueciendo.
Fragmento (Introducción) de la lección inaugural de Alfonso Gago Bohorquez en la Universidad de Málaga
Reflexiones ante los retos tecnológicos y deontológicos de la universidad actual. (2012)