Nacemos con un exceso de conexiones neuronales. Durante el desarrollo infantil, el cerebro pone en marcha un proceso de poda cerebral en el que se va despojando lentamente de ellas hasta que la estructura del cerebro se vuelve relativamente estable. Desde el nacimiento a nuestra muerte el cerebro camina en una única dirección, de demasiado tejido a lo justo e imprescindible.
Pero una nueva investigación pone en duda esta verdad asentada para la Neurociencia. El tejido cerebral sigue creciendo (a un nivel microscópico) en la edad adulta, al menos una zona, la encargada del reconocimiento facial.
Este crecimiento favorece que los mayores tengan más capacidad para reconocer los rostros que los niños. Sin embargo, mientras aumenta la zona que ayuda a reconocer las caras de otras personas, permanece estable el área encargada de reconocer lugares y paisajes. Los resultados de la Universidad de Stanford se publican en la revista «Science» tras comparar resonancias magnéticas de 22 niños y 25 adultos. Lo que mostraban las imágenes de los cerebros de las personas vivas se confirmaron posteriormente con análisis post mortem de adultos fallecidos. Esta última prueba mostró diferencias visibles en la estructura celular más profunda, entre las regiones encargadas de identificar lugares y rostros.
«Realmente vimos que el tejido proliferaba», dijo Jesse Gómez autor principal de la investigación. «Habíamos asumido una visión pesimista del cerebro, en la que el tejido se pierde lentamente a medida que envejecemos, pero hemos visto lo contrario: lo que queda después de la poda en la infancia se puede usar para crecer».