Una de las nuevas fronteras del management será la gestión de la complejidad en unas organizaciones que son más poliédricas, que se mueven en contextos de cambio acelerado, y en escenarios de comunicación con multiplicidad de interlocutores significativos.
¿Las organizaciones y su gestión son realmente hoy más complejas? En buena medida, sí. Los factores que incrementan la complejidad de las organizaciones son diversos.
En primer lugar, el conjunto de vectores de información que permiten la toma de decisiones se incrementa exponencialmente con el crecimiento del Big Data. En general, las organizaciones disponen de más información de la que son capaces de procesar por sus mecanismos habituales.
Buenos directivos con experiencia, acostumbrados a tomar decisiones sobre un número de vectores de información limitados, se ven perdidos cuando el número de vectores y su detalle se incrementan. El cambio de paradigma de la información conlleva un cambio de paradigma en la gestión, especialmente en lo que es el corazón de la función directiva: la toma de decisiones. Justo ahora, las empresas empiezan a ver el potencial de innovación y de negocio asociado al Big Data tanto a los datos directos de sus clientes como los datos secundarios de contexto. Se abre un camino radicalmente nuevo en la lectura de los mercados, sabremos muchas más veces que está pasando un fenómeno que no por qué está pasando, y esto requiere de un cambio de mentalidad muy grande en los que toman decisiones.
Un segundo factor de complejidad está asociado a escenarios de comunicación con muchos actores. La eclosión de Internet y especialmente de las redes sociales, hace que el nivel de interlocutores a tener en cuenta en cualquier ámbito de la gestión haya crecido increíblemente y que la velocidad de la comunicación tienda a la simultaneidad.
Cualquiera puede ser un emisor significativo en un mundo donde la privacidad tiende a reducirse hasta extremos preocupantes y donde la opacidad deja de ser una opción sostenible. Vivir en transparencia es más complejo, pues la exigencia de autenticidad y cohesión evidencia hasta el ridículo cuando las personas y las organizaciones fingen o disocian sus discurso y sus actos.
El tercer factor es la globalidad.
El juego entre lo global y lo local marca la vida de las organizaciones y cada vez más de las personas. Nuestras geografías se multiplican y el juego entre el arraigo y la presencia global es un factor de gestión compleja. Ya no se trata de proyectar una mirada y un producto local en el mundo, se trata de saber leer el mundo desde lugares diferentes y tomar decisiones en función de esta geografía poliédrica.
Y, finalmente, un factor clave de complejidad está asociado a la innovación.
Desde la revolución de las tecnologías de la información y la comunicación que se manifiesta con toda fuerza en los años noventa, el cambio externo a las organizaciones acelera.Ya no basta con la planificación estratégica porque el mundo cambia más rápido que nuestra capacidad de planificar. La innovación se convierte en el mecanismo como las organizaciones afrontan el reto de cambiar acompasadamente a un cambio externo que las nuevas tecnologías han acelerado.
El último factor de complejidad está asociado a las personas, pero este no es nuevo. La gestión de la complejidad requiere que aprendamos nuevas formas de reducción de los problemas para hacerlos alcanzables, nuevas jerarquías ponderadas de formas diferentes y aproximaciones más poliédricas a cualquier fenómeno.La gestión de la complejidad requerirá aprender y desaprender y afectará el corazón del managementconstituyendo un nuevo y apasionante reto.
Autor: Xavier Marcet en Economía Digital
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