Internet se ha colado en nuestras vidas y ha supuesto un tremendo cambio en la realidad más cotidiana. El internet de las cosas (LoT), su expresión más flamante, es un auténtico filón para vivir mejor y aumentar los beneficios empresariales o mejorar las decisiones corporativas. Si por un lado está transformando las tecnologías, los negocios e incluye lo material, es decir, los más distintos objetos, también engloba a las personas. Así, esa red del todo conectado impacta positivamente, pero no todo son ventajas en un mundo peligrosamente interrelacionado.
¿Acaso la red abierta no es un perita en dulce para hackers o, por ejemplo, pueden darse malas prácticas de uso de datos que vulneren la privacidad? La tentación es grande, como reconoce el Foro Económico Mundial cuando describe la información personal que recaban los grandes datos como «el nuevo petróleo», un recurso valioso del siglo XXI usado como combustible para en imparable motor que crea valor económico y social.
Ese valor se crea a pequeña y gran escala. Sin dejar de manejarse datos ingentes, entre otros escenarios, se trabaja en clave social para llegar finalmente al individuo. Predecir epidemias y mejorar la seguridad pública, por ejemplo, acaba siendo una ventaja general con beneficiarios bien claros: los mismos ciudadanos. No ocurre lo mismo cuando las tecnologías se muestran capaces de señalar a potenciales criminales, creando víctimas con nombres y apellidos.
A nivel de marketing, la personalización también es un objetivo esencial. En ambos casos, sin embargo, ese enorme potencial debería encontrar el límite de la responsabilidad de proteger la privacidad de los datos.
La paradoja de la privacidad
En el actual contexto, no cabe duda de que el éxito de las empresas, y también de las políticas sociales, dependerá de la forma en que se haga frente a los diversos retos de los grandes datos, sin olvidar sus impactos, entre otros la seguridad y la privacidad. Se trata, por lo tanto, de un arma de doble filo.
Bien llevado, puede actuar a nuestro favor. Es más, el respeto a la privacidad se traducirá en una ventaja competitiva gracias a la confianza generada en el cliente o usuario, afirma Kord Davis, autor de Ethics of Big Data: Balancing Risk and Innovation. Y ocurrirá todo lo contrario, sin embargo, si se sobrepasan las barreras de la privacidad con el objetivo de descubrir tendencias o de sacar cualquier otro partido.
Por lo tanto, más allá de la obligación marcada por las leyes y los códigos éticos de conducta, los departamentos de ventas y marketing han caminar en un mismo sentido: el respeto a la privacidad haciendo suyas buenas prácticas mediante protocolos de datos, códigos éticos de conducta y formularios de consentimiento.
Grandes retos
Un mañana dominado por el Big Data supondrá un crecimiento exponencial de datos todavía mayor que el actual, por lo que crecerán los problemas de privacidad. No en vano, el problema de la privacidad tiene desafíos en varios frentes. No sólo depende de la política seguida a nivel gubernamental o corporativo, sino que igualmente supone afrontar grandes retos a nivel tecnológico para dar respuesta a las necesidades que vayan surgiendo. Aunque el riesgo siempre existe, o quizá precisamente por ello, se requieren sistemas de protección que garanticen la seguridad de las personas.